viernes, 25 de marzo de 2011

Tienes que ir donde un médico


Las cosas empeoraron cuando dejaron de darle importancia al sexo.

Generalmente se iba sola a la cama. Por lo regular treinta o cuarenta minutos antes que él. Era tiempo suficiente para darle matraca a las tripas. Los pedos salían uno detrás de otro -en ocasiones pasaban veinte minutos antes de quedar sin un solo gas-.

A él no le gustaba ver televisión. Antes de irse a dormir se distraía con las lagartijas que encontraba en la terraza. Cazaba dos o tres y las descuartizaba con la navaja suiza que le regaló un sobrino en su último cumpleaños. Esa vez sólo pudo atrapar una, así que aprovechó para cambiar de método. La amarró con hilo nylon en la cabeza y la cola. Estiró los hilos de uno y otro extremo hasta que cola y cabeza se desprendieron del resto del cuerpo.

Su mujer le dio un grito desde el cuarto. Eran las doce y veinte. Si se acostaba enseguida podría levantarse antes de ocho de la mañana sin sentirse agotado. En el cuarto sintió una hediondez de locos. Se encerró en el baño. Allí maldijo a su mujer durante un largo rato. Cuando regresó a la habitación la encontró arropada hasta el cuello y riéndose entre dientes.

- ¿Por qué te demoraste tanto en la sala?

- Estaba viendo el noticiero.

- Mentira...

- ¡Bueno! ¡Bueno! Estaba sentado en el sofá, leyendo una revista.

- Mentira...

Se desvistió frente a ella y retrocedió unos tres pasos para apagar el foco. Cuando levantó la sábana volvió a sentir la hediondez en toda la cama.

- ¡Maldita sea! -dijo- ¡Tienes que ir donde un médico!

- No seas ridículo -le replicó su mujer- Prefiero perder un marido a una tripa.

Una luz naranja iluminó la habitación. Era el camión de la basura haciendo su recorrido nocturno. Pararon exactamente frente a su casa. La máquina trituradora del camión empezó con el escándalo característico.

- ¿Sacaste la basura? -preguntó ella-

- Sí. Justo antes de acostarme.

Uno de los recolectores silbó al conductor para que avanzara. La luz naranja fue desapareciendo lentamente. Estaba a punto de dormirse cuando la sintió respirándole encima del hombro:

-Espero que hayas echado tus cochinas lagartijas en la bolsa. Ya me estoy cansando de recoger la misma porquería todos los días.

jueves, 3 de marzo de 2011

Para Nick Drake


El furor de una sagrada embestida

y estos años pasando como hienas en celo.

Un corazón que vale lo que un desierto. O incluso más:

Una promesa.


Delante: un niño triste escupiendo sobre los puentes.

Detrás: la soledad en puntas de pie.


La guitarra casi nunca miente, pero cuando lo hace

es como si todos los días de la vida se desvanecieran bajo

las luces de los postes,

y el fuerte olor a muerte que reina en las autopistas

trazara un oscuro mapa en la vida de los hombres.


El fin de una canción es siempre el inicio de una promesa:

Como ir a caballo entre el ruido de la ciudad y el silencio de los bosques.

Como una plegaria que jamás será atendida.

Un beso de tu peor enemigo.


Coitus

interruptus.