jueves, 13 de mayo de 2010

Releyendo a Paul Auster


Sentado en el retrete.
Con las manos sobre las rodillas
y los ojos fijos en el rollo de papel higiénico.
Esperando que la peste fluya.
Que todo se despeje.
He vuelto a leer El palacio de la luna.
Experimento una extraña satisfacción.
Una sensación de abandono que no tiene
nada que ver con el silencio.
Tal vez con la soledad, pero definitivamente
no con el silencio.
Hoy nadie me ha llamado por teléfono.
Las rosas y los geranios de la sala aún no están
marchitos.
En la nevera no hay nada de comer pero eso
no me preocupa.
Es un buen momento para meditar.
Para dar rienda suelta a la felicidad.
¿Estará la felicidad en el retrete?
¿Será que estar sentado en el retrete
haciendo lo que se debe
es un síntoma de felicidad?
No he pagado las cuentas del apartamento
y posiblemente no pueda hacerlo durante mucho tiempo.
Pero, bah, todo es como debe:
En la sala aún hay rosas y geranios.
En el retrete, una porción del mundo que no voy a echar de menos.