martes, 15 de febrero de 2011

Retrato de Lou Reed en la Gran Manzana


Viejo reptil de alcantarillas en las que la noche

no parece tener ni pies ni manos

ni elemento alguno que convoque a estos sagrados ritos.

La canción de la Vieja Nueva York es la misma de otros tiempos:

La intemporal canción se nos viene encima,

nos resiste y atraviesa.

Nos abre su corazón que es todo lo que tiene:

Su tesoro.

Más allá de sus palpitaciones te mantienes en pie,

bailando el vals de tu propia muerte.

Sobreviviendo.

Con los ojos puestos en Manhattan

y el hocico en Coney Island.

Juglar de Drag Queens, prostitutas y chaperos;

de vagabundos yonquis que vendieron su amor a una ciudad

por la que no vale la pena dar más de tres

o cuatro dólares.

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