Te pones a hacer cuentas ahora que te sientes
con la fuerza de voluntad suficiente.
Y esperas pacientemente
que las ideas se fermenten tanto o más
de lo que pudieron haberlo hecho años antes.
Tienes un paquete de cigarros,
una botella con agua helada,
y un saco lleno de palabras rotas.
Alguna vez leíste en una revista
lo que decía un reconocido poeta francés:
decía que “si no aprendes a darle forma a tu caos, a tu dolor,
morirás antes de haber escrito la primera linea”.
Estos poetas franceses tienen la cabeza
llena de mierda.
Ellos pueden tomarse su tiempo
-siempre les sobra tiempo-.
Fuman cigarros ligeros.
Beben buena cerveza.
Compran cocaína con el seguro de desempleo.
Y se sientan a esperar que el poema llegue.
Aquí, sin embargo, es peligroso ser un parásito
-o debería decir un idiota-.
Las ratas están atentas a tu caída.
Y las cucarachas discuten por cual de todos tus orificios
iniciar el banquete.
Es mala idea ser un parásito.
Aunque es peor ser un poeta pobre y mantenido.
La gente te pisotea
mientras cierras los ojos y aprietas los labios,
en espera de tres o cuatro versos
que te hagan olvidar tu mala suerte.
Pero el poema no es un artefacto,
no es un objeto,
ni una promesa.
El poema
-tu poema-
es música en muting:
Un trago agrio.
Una erección a medias.
Un tocadiscos sin aguja.
Y cuando los versos llegan
-si es que llegan-
es demasiado tarde.
No son más que una huella pasajera.
Una piedra pateada entre mil piedras.
El canto
de alguien
sin voz.
Es posible que este sea el poema tuyo más genial que he tenido el placer de leer compadre, estupendo. Aunque espero más y más, como una vagina sedienta o hambrienta de penes.
ResponderEliminarOk Femputer
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